viernes, 22 de agosto de 2014

De nuevo tú, soledad



Creía que la soledad era estar solo,

sin nadie a su lado con quien poder hablar,
sin nadie con quien compartir un atardecer,
con quien sentir el pálpito de la vida,
con quien reír a carcajadas por las cosas absurdas del mundo...

Pero ahora sabe que la auténtica soledad,

la de las noches infinitas,
la que te arrastra ciega hasta el abismo,
la que te araña sádica la piel de los días,
la que te roba vida,
es mucho más que eso.

Soledad es dejar de sentir

la presencia callada
de los que iban contigo a todas partes
aunque estuviesen lejos.

Soledad es sentir que ya no sientes
deseos de ver a nadie,
deseos de hablar con nadie,
de marchar junto a nadie.

Es encontrar un enorme vacío

en el mismo lugar donde guardabas
montañas de ternura
para ir regalando
a quienes afirmaban a diario
que te amaban.

Soledad es dejar de presentir 

esa mirada fija y envolvente,
suspendida en el aire de la noche
que abrazaba tu infinita tristeza
con ojos de lucero en el ocaso
o de brillante estrella en la fría madrugada,
aún desde la distancia más sublime,
incluso desde el mudo confín del universo.

Soledad es saber que la esperanza

es ya solo una sombra del pasado
que se quedó varada para siempre
en las desiertas playas de un infierno
que tiene su morada aquí, en la tierra.